No puedo
negar,
me duelen
los campos,
la marea de
las hojas,
el aire que
salpica el amanecer.
Mientras
tanto,
dejo correr tu nombre,
entre mis dientes,
te cuelas,
mirándote
te vas.
La
desastrosa marcha,
pisotea todo de mi,
pues grita
el adiós de tus besos,
y va
entumiéndome lo suave de tu piel.
El
misticismo de tus ojos,
se hace un
misterio,
tan profundo
como un
desierto en la misma soledad.
Debo de matar al tiempo,
quitarle los
minutos de las horas,
extirparle
los segundos al reloj.
Vosotros corriente que forma sus
olas
que en el espacio se pierden
letargos en su
marea.
Aun pedimos
estar en el receso,
sin pensar
nada,
sin palabras.
Ya no hay
nada que decir,
ni para
recordar,
pues nos
acoge la vejez en los huesos
bajo estas
lapidas que son nuestro techo.
Hasta cuando
nos decidiremos,
si la muerte nos abraza en su manto.
si la muerte nos abraza en su manto.
José Esquivel
Progreso, Yucatan.